En el marco de las medidas de prevención por la nueva pandemia, la virtualidad asegura no aislarnos. Solo debemos vencer nuestros sesgos.
Mucho nos vienen impactando las noticias relacionadas con el coronavirus. Miedo al contagio, necesidad de entender los protocolos de prevención. Las empresas evitan que las personas se reúnan en forma presencial, restricción de viajes, aislamiento de quienes llegan de los países que destacan el mayor número de infectados. La economía mundial, el caos.
Sin embargo, la necesidad de las
organizaciones de seguir adelante, y sumar este nuevo problema a la lista de
temas a ser resueltos, sigue subsistiendo.
Por supuesto que la salud de las personas está primero, y sobre eso no hay discusión posible. Sin embargo, la presencia del coronavirus pone en evidencia muchos de nuestros sesgos en torno a cómo operamos y gestionamos en el día a día.
Cuando tenemos que tomar decisiones, acordar caminos a seguir, ponernos de acuerdo en algo, en fin, trabajar en el ámbito de la gestión, ¿es necesaria la presencialidad? ¿Es necesario que hablemos a menos de un metro de distancia? Claramente no.
El virus de la obsolescencia
Si la necesidad de seguir operando existe, y la presencialidad no necesariamente se liga de manera mandatoria en un gran porcentaje de las tareas que desarrollamos a diario, ¿porque no aprovechar y poner en marcha protocolos para evitar el virus de la obsolescencia?
Lanzarnos a
nuevas formas de operar y evitar quedar aislados parece ser un buen objetivo
para hacer nuestro trabajo.
Anoche escuchaba, a través de un dialogo en “la Play”, cómo nuestros hijos habían resuelto el problema. El coronavirus era un tema de reflexión para ellos: hablaban sobre cómo Italia tenía una gran tasa de mortalidad porque se trata de una población vulnerable por el promedio de edad, sobre cómo el coronavirus pone de manifiesto hechos estructurales que facilitan el grado de virulencia de a una enfermedad, hablaban sobre cómo se producían contagios por falta de higiene, entre otros temas.
El coronavirus para este grupo de adolescentes, sin embargo, no es sinónimo de parálisis y aislamiento, sino por el contrario, manifiesta una oportunidad para llevar las tareas escolares al ámbito y canal de comunicación que conocen y pueden manejar. Solo que saltaron solos sus propios sesgos: pasar del Call of Duty a resolver ejercicios combinados. Los compañeros de mi hijo: uno de ellos en su casa, porque había estado en el exterior, el otro no tenía notebook, y solo la Play podía ser un canal posible. Todos resolvieron su tarea. Buscando información adicional por Google.
Recuerdo
haber leído acerca de cuando la gran peste negra arrasó Europa, llevándose
millares de personas. La humanidad en pánico.
Nuestra capacidad de adaptarnos, ser resilientes y seguir aprendiendo, poniendo en jaque nuestros sesgos, parece ser una salida para no aislarnos, sin romper el protocolo de prevención del coronavirus.
Para terminar, quiero compartir con ustedes algo que leí buceando por la virtualidad…un cuento de la tradición Sufi:
“Nasrudín y la Peste”
Iba la Peste camino a
Bagdad cuando se encontró con Nasrudín. Este le preguntó:
— ¿Adónde vas?
La Peste le contestó:
— A Bagdad, a matar a
diez mil personas.
Después de un tiempo,
la Peste volvió a encontrarse con Nasrudín. Muy enojado, el mullah le dijo:
— Me mentiste. Dijiste
que matarías a diez mil personas y mataste a cien mil.
Y la Peste le
respondió:
— Yo no mentí, maté a diez mil. El resto se murió de miedo.
Este martes 17 de marzo Whalecom invita al webinar exclusivo “Cómo seguir aportando valor en el contexto del coronavirus”, a cargo de Paula Molinari y Adriana Carel. Para registrarse y participar, ingresar aquí: https://whalecom.webinarninja.com/live-webinars/241277/register